El reflejo del espejo le devolvió una imagen que Valeria apenas reconocía. Sus ojos brillaban con una intensidad nueva, sus labios parecían permanentemente hinchados de tantos besos robados. Se aplicó un poco más de corrector bajo los ojos para disimular las ojeras de noches sin dormir, noches en las que el cuerpo de Enzo se había convertido en su mapa y su brújula.
—Recuerda, nada de miradas cómplices —se dijo a sí misma mientras terminaba de arreglarse para la reunión de la tarde—. Nada de sonrisas privadas, nada de roces "accidentales".
Las reglas habían cambiado, pero el juego seguía siendo peligroso. Después de aquella noche en que las barreras cayeron, habían establecido un nuevo pacto: lo suyo sería un secreto. No por vergüenza, sino por protección. El mundo corporativo era una jungla donde cualquier debilidad podía ser us