Carmen llegó quince minutos después del mensaje. Encontró a Valeria todavía en el piso del pasillo, rodeada de fotos como evidencia de crimen.
—Dios mío. —Carmen se arrodilló, recogió una foto, la volteó boca abajo inmediatamente—. ¿Cuándo...?
—Anoche. Alguien nos fotografió desde un edificio cercano.
—¿Enzo sabe?
—No.
—Valeria, tienes que decirle.
—¿Para qué? ¿Para que se sienta más culpable de lo que ya se siente? Esto no cambia nada.
—Cambia todo. Si estas fotos se publican...
—Lo sé. París se acaba. La princesa cancela. Enzo queda destruido profesionalmente. Yo quedo como... —No pudo terminar la frase.
Carmen la ayudó a levantarse, la guio dentro del apartamento.
—Llama a Catalina. Ahora.
Catalina llegó treinta minutos después, con café y expresión que indicaba que había visto situaciones así antes y nunca terminaban bien.
Revisó las fotos metódicamente, profesionalmente, sin emoción visible.
—Teleobjetivo profesional. Canon o Nikon, probablemente lente de 400mm o más. Tomadas desd