Catalina Mendoza llegó al apartamento de Valeria a las tres y media de la mañana con maletín de cuero, traje impecable y expresión que no auguraba nada bueno.
—Tenemos treinta minutos antes de ir a la comisaría. Cuéntame todo. Sin omitir detalles.
Valeria le contó. El vandalismo, el robo, la confrontación de Enzo, el video viral. Catalina tomaba notas en su tablet con velocidad profesional, sin interrumpir.
—¿Tocaste los bocetos antes de que fueran robados?
—Por supuesto. Son míos.
—Mal. Tus huellas estarán por todos lados. Si Bianca logró no dejar las suyas, o si las limpió después, la evidencia forense favorecerá su narrativa.
—¿Narrativa?
—Que tú se los diste. Que trabajaron juntas. Que luego te arrepentiste y la acusaste falsamente. Es brillante, en realidad. Perverso, pero brillante.
Valeria sintió náuseas.
—¿Cuáles son nuestras opciones?
—Pocas. Podemos exigir análisis forense completo: edad del papel, composición de la tinta, datación de marcas. Pero eso toma semanas. No tienes