Mundo ficciónIniciar sesiónEl Centro Penitenciario Madrid I se alzaba contra el cielo de la tarde como un monumento a todo lo que la sociedad prefería olvidar. Los muros de concreto gris parecían absorber la luz del sol en lugar de reflejarla, creando una sombra permanente que se extendía más allá de sus límites físicos.
Valeria pasó por el primer control de seguridad con las manos ligeramente temblorosas. El guardia checó su identificación tres veces—protocolo estándar para visitantes de prisioneros de máxima seguridad—y cada vez que sus ojos se movían entre su rostro y la fotografía en el documento, ella sentía el peso de lo que estaba a punto de hacer.
—Sus pertenencias personales. —El guardia señaló una bandeja de plástico—. Teléfono, llaves, joyas. Todo.







