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El pánico fue instantáneo y absoluto.

Si Torres estaba muerto desde la noche anterior, asesinado entre las seis y las ocho de la tarde, eso significaba que había tenido acceso completo al bunker durante todo el día de ayer. Había estado allí cuando trasladaron a los niños. Había visto la ubicación exacta, la distribución, los protocolos de seguridad. Y luego alguien le había cortado la garganta.

¿Por qué? ¿Para silenciarlo después de que pasara la información? ¿O porque había descubierto algo que no debía?

No importaba. Lo que importaba era que el bunker donde dormían cinco niños había sido completamente comprometido.

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