Mundo ficciónIniciar sesiónEl grito de Valeria rasgó el silencio del bunker como una alarma. Fue un sonido primitivo, visceral, el tipo de grito que sale cuando algo dentro de ti simplemente se rompe. Los álbumes cayeron de sus manos, desparramándose por el suelo de concreto, cientos de fotos de sus hijos esparciéndose como evidencia de una violación que había durado cinco años.
Enzo no gritó. Enzo agarró la lámpara más cercana —una de pie, de metal pesado— y la estrelló contra la pared de concreto con tanta fuerza que el bulbo explotó en una lluvia de cristales. Luego la estrelló otra vez. Y otra.
—¡Hijo de puta! ¡Hijo de la gran puta! —rugía con cada impacto, el metal doblándose, su voz quebrándose.







