Mundo ficciónIniciar sesiónEl taller de Valeria era su santuario, el único lugar donde normalmente podía acallar el ruido del mundo exterior. Rodeada de telas, patrones y el aroma familiar a café recién hecho, solía encontrar la paz que necesitaba para crear. Pero hoy, ni siquiera ese refugio podía protegerla del caos que había desatado.
Llevaba tres horas intentando concentrarse en el mismo diseño. Las líneas en el papel se difuminaban cada vez que cerraba los ojos, reemplazadas por imágenes que no podía borrar: los ojos de Enzo llenos de traición, la sonrisa arrogante de Alejandro, el beso que no debió suceder.
—Maldita sea —murmuró, arrugando el boceto y lanzándolo a la papelera ya desbordante.
El timbre de







