El atelier resplandecía bajo la luz dorada del atardecer que se filtraba por los amplios ventanales. Valeria se encontraba sola, revisando los últimos bocetos para la colección de primavera mientras sus dedos acariciaban distraídamente la tela de seda que descansaba sobre la mesa de trabajo. El silencio solo era interrumpido por el suave rasgueo del lápiz sobre el papel y el ocasional suspiro que escapaba de sus labios.
El sonido de la puerta al abrirse la sobresaltó. Cuando levantó la mirada, la figura de Alejandro se recortaba contra la luz del pasillo.
—No esperaba verte hoy —dijo ella, dejando el lápiz sobre la mesa.
Alejandro avanzó con pasos medidos, como si calculara la distancia exacta que debía mantener. Vestía un traje azul marino que resaltaba su complexión atlética, pero era su mirada, intensa y decidida, lo que captó la atención de Valeria.
—Necesitaba verte —respondió él con voz grave—. Hay cosas que quedaron pendientes entre nosotros.
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