Capítulo 2

Tenía una diarrea que me llevaba el demonio, mi estómago hacía unos ruidos como si tuviera a la niña del exorcista ahí dentro, estaba sudando helado cuando escuché que alguien llegó, en el momento que escuché la voz supe que se trataba de mi benefactor misterioso. Al ver donde se encontraba el papel higiénico miré que no había ni siquiera un pedacito de hoja.

—¿En dónde te encuentras? —lo escuché cerca —traje víveres, disculpa la demora pero había un tráfico espantoso a esta hora.

—Misterioso enmascarado, ¿De casualidad has traído papel higiénico en las cosas que compraste? Necesito un rollo cuanto antes.

Él me dijo en donde se encontraba el papel higiénico y una vez que pude encontrarlo lo utilice, al momento de abrir la puerta sentí como soltaba todos los demonios que mi estómago contenía y el misterioso enmascarado salió huyendo a una distancia considerable.

—Madre mía pero que chamuco has soltado en estos momentos, ¿Qué te pasó? ¿Acaso has enfermado? Si no estás enferma y sueltas esos malos olores déjame decirte que debes ir donde un doctor a que te chequeen porque definitivamente eso no es de una persona sana.

—Nadie defeca flores querido, hasta la reina te aseguro que le apesta —contesté con fastidio —desayune un simple atún con galletas soda y vine corriendo al baño a los pocos minutos.

Él caminó hasta la cocina y miró los empaques vacíos, se puso a leer y llevó su mano a la frente de la máscara, miró en mi dirección sin embargo no emitió una sola palabra. Mi estómago comenzó a doler nuevamente y salí corriendo en dirección al baño, al salir recibí un spray para poner en el inodoro y prácticamente lo bañé.

—Astrid, ¿De pura casualidad tú conoces algo que se llama fecha de caducidad? —él me mostró los empaques vacíos —te has comido atún y galletas soda caducadas, no puedo creer que exista un ser humano que no revisa las etiquetas de vencimiento.

—No lo hice porque no me dijiste nada, ahora tiene sentido la diarrea del demonio que tengo, eres un loco al tener alimentos caducados en tu casa.

—No te dije nada porque pensé que por sentido común ibas a revisar tal cosa, aquí casi no vengo y tengo alimentos enlatados por cualquier cosa. El mejor ejemplo lo tienes al ver que la mayoría de los muebles se encuentran cubiertos con sábanas blancas, eres un completo desastre y ahora voy a tener miedo de dejarte sola.

—Deja de regañarme como si fueras mi papá, más bien dame algo para calmar esta diarrea porque a este paso voy a lanzar los intestinos por donde no me da el sol.

Él tuvo que ir a la farmacia, sentía mi estómago reclamarme por comer cosas caducadas. Una vez que me dió medicina me sentí mejor y terminé por quedarme dormida, al despertar me encontré completamente sola y vi una nota en la isla de la cocina.

“Por favor trata de comer algo antes de tomar la medicina, me tuve que ir de emergencia ya que mi hermano tuvo una crisis. La comida se encuentra en el refrigerador. PD: trata de no dejar nada de comida en la basura ya que en la noche puedes atraer animales salvajes, tienes unas mentas en la gaveta superior izquierda por si te da náuseas, vendré mañana en la mañana si acaso las cosas se arreglan el día de hoy, descansa y cualquier cosa activas la alarma de la casa, adiós Astrid nos vemos.”

Preparé algo rápido y me fui a dormir, en la madrugada escuché unos ruidos dentro de la casa entonces me quedé quieta debido a que el temor me embargaba por completo, no podía continuar de esta forma así que decidí levantarme mientras sostenía algo en mi mano, al encender las luces pude ver un mapache dentro de la casa demonios se estaba comiendo las sobras del pollo de mi ensalada.

—Pero eres una ternura —le sonreí y me puse mi chancla —hola, me encantan los mapaches como tú. Ven que te voy a dar de comer.

En el momento que me acerqué a él me sorprendí ya que fui agredida, comencé a tirar varias cosas en la cocina y al final tomé un colador para espaguetis, sin dudarlo le comencé a dar varios golpes, me encontraba toda arañada pero al final logré ganarle al mapache.

—¡Ahora por tu culpa ya no quiero a los mapaches! —le grité mientras corría al bosque —aquí no vuelvas, eres un gangster.

Fui al baño y al verme en el espejo me quedé espantada, mi cabello lo tenía hecho una maraña. Genial solo a mí me suceden estás cosas, una vez que me pude medio arreglar me fui a dormir; cuando la mañana llegó me levanté y me senté en la sala, pensaba en muchas cosas y la principal era mi abuela ya que dentro de poco tiempo cumpliría años casi al mismo tiempo de su aniversario luctuoso, de alguna forma necesitaba ir a Manchester para presentar mis respetos, la ventaja que tenía era que ni mi tía, ni Angelique le interesaban esas fechas.

—Buenos días —el hombre entró a la casa —pero qué rayos te ha pasado, ¿Por qué estás toda arañada y mordida?

—Me enfrente con un mapache, pensé que esas criaturas eran adorables e intenté hacerle caricias pero la realidad es que si se les entrena perfectamente pueden ser asesinos a sueldo, no me vayas a decir que me lo advertiste porque lo tengo claro que lo hiciste.

—Te juro que a simple vista pareces una persona normal pero no lo eres, solo en tu cabeza cabe que un animal salvaje puede responder bien al hecho que le invades su espacio personal solo porque te parece adorable, por suerte fue un mapache y no un tejón que son más salvajes.

Me sentí como una niña regañada, él se sentó a mi lado y dejó caer un suspiro pesado. Se quedó dormido mientras apoyaba su cabeza en el sofá, lo acosté con cuidado y lo dejé descansar ya que probablemente no había podido dormir bien con lo sucedido con su hermano. Luego de algunas horas se despertó un poco más descansado y me encontró en mi habitación.

—Necesito pedirte un favor —él me miró atentamente —quiero que me prestes un carro, me urge ir a Manchester a hacer unas diligencias personales. Es dentro de tres semanas aproximadamente, no me hagas muchas preguntas por favor ya que solo eso es lo que necesitas saber.

—Muy bien, yo también tengo que ir a Manchester en estos días y no sé si lo haré más adelante pero en cualquier caso te voy a facilitar el carro que deseas. Ahora cambiando un poco de tema, ¿Qué tanto sabes de bailar? Hay un club muy prestigioso en el que puedes trabajar, no es lo que piensas y no te vas a desnudar, solamente es entretener a los clientes de una manera decente.

—No sé mucho pero puedo aprender, si la paga es lo suficientemente buena y puedo mantener la poca decencia que me queda lo voy a intentar con muchas ganas.

—Muy bien —él me dió una tarjeta —el dueño de ese sitio me debe un favor muy grande así que puedes ir y decirle que vas de mi parte, no creo que tengas mayores problemas por eso no te acompaño. Eres una chica bonita y el de seguridad te va a dejar entrar sin poner trancas en el camino, luego te voy a buscar para ver como te fue pero estoy seguro que vas a entrar a trabajar en ese sitio sino pues me tendré que presentar.

—¿Es en serio? —lo miré con ironía —hola mucho gusto, me envía el hombre enmascarado al que le debe un favor, en ese punto en vez de darme trabajo me van a correr de inmediato, no inventes el agua helada porque alguien definitivamente ya se te adelantó y por muchos siglos. Creo que en este punto al menos me deberías decir tu nombre para así poder hablar con el dueño.

—Dime señor N, es lo único que te puedo decir. No me siento cómodo con el hecho de que me conozcas, me gusta mantener el misterio.

—En fin, espero que no me corran de ese club porque si no soy capaz de ir a buscar al mapache que me agredió y lanzartelo encima para que te dé una lección —lo miré enfadada —no sé a qué viene tanto misterio, bien pude quitarte esa máscara absurda que cargas mientras dormías pero bueno solo a mí se me ocurre desaprovechar las oportunidades.

—No soy el único que utiliza una máscara, si piensas que no me he dado cuenta de la cantidad excesiva de maquillaje que usas te encuentras muy equivocada, puedo ver las capas que llevas en tu rostro y dudo mucho que esos ojos negros sean tuyos.

Me quedé callada, trataba de hacer lo más realista posible la cantidad de maquillaje que usaba ya que no quería que nadie me encontrará. Luego de un tiempo decidí irme de la casa que amablemente me había ofrecido el señor N, fui al club donde me había dicho que me contratarían y al llegar me encontré con un hombre de mediana edad que le pagaba a los trabajadores.

—Buenos días —él me miró —supongo que usted es el dueño, me gustaría hablar con usted si es que se puede.

—¿Acaso no ves que me encuentro ocupada chiquilla? —él lanzó humo por su nariz —ahora vete porque no puedo recibirte.

—Dante —una voz resonó por el club —no seas tan grosero con la señorita, además te recuerdo que tú no eres el dueño de este sitio.

Un hombre joven salió y me sonrió amablemente, fue en mi dirección y extendió su mano con total cortesía a lo cual la tomé sin dudarlo.

—Mi nombre es Parker, soy el dueño de este club y el grosero que le acabas de hablar es Dante, mi contador. Supongo que vienes aquí por trabajo, en estos momentos solo tengo libre el puesto de mesera ya que el de bailarina se encuentra ocupado por una chica.

—Vengo de parte del señor N —le extendí la tarjeta —no sé si ya el puesto de bailarina se encuentra ocupado o me lo está reservando a mí específicamente.

—¿El señor N? —él tomó la tarjeta —oh, así que eres tú. Por favor ven que necesito ver qué tanto sabes de baile, el puesto lo estaba reservando para ti pero de igual forma tengo que checar tus habilidades.

—No tengo mucha experiencia en el baile para ser franca pero quiero aprender, si me enseña prometo hacerlo en el menor tiempo posible, tengo mucha necesidad en estos momentos y no quiero regresar a mi antiguo empleo.

—Ve a la barra, una vez ahí muestra de lo que eres capaz y así te diré qué es lo que tienes que hacer. No tengas miedo ya que todas mis chicas empezaron desde un punto bajo y ahora bailan como unas profesionales…

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