El miedo me invade, el pánico se apodera tanto de mí que lo único que veo es el camino a casa, donde sin dudarlo un solo momento llamo a mis padres de forma desesperada, porque Marcus puede llegar en cualquier momento.
Por fortuna, no aparece Marcus o sus hombres, ni tampoco el chico que he mordido y golpeado cuando lo único que me ha hecho ese pobre hombre fue ayudarme. ‘Loca, heriste a quien no lo merecía.’ Me digo mentalmente. — Mami, padre, despierten, por favor. — digo llorando mientras mi corazón late frenéticamente. — ¡¿Qué sucede?! — pregunta mi madre, mientras mi padre se levanta en busca de su arma. — Debemos irnos, si nos quedamos van a matarnos. — digo llorando, temiendo que el hombre que me salvó también quiera hacerme daño. — Hija, debes calmarte un poco. — dice mi madre, pero, yo niego llorando mientras mi cuerpo tiembla. — Nos van a matar, Marcus es un paramilitar, tal parece que tiene un cargo importante y ahora que no quiero estar con él, ha mandado a sus hombres para romperme el pie, traumarme y herirme de todas las maneras posibles. — digo llorando. Mi padre, que estaba mirando por la ventana con su rifle, me observa confundido mientras mi madre se acerca a la pared para encender la luz y revisarme. — Hija… — No tenemos tiempo para esto, madre. Vienen a matarnos. — digo aun con mi cuerpo temblando. — Debes calmarte, hija. — Mami, mira lo que me hicieron, ¿acaso quieres que vengan a matarme? — Hija, entiendo que estás alterada, pero, pequeña, estás a salvo con nosotros, tu padre nos protegerá. — dice mi madre tan optimista como siempre. Somos una familia del campo que trabaja para un jefe que solo explota la tierra sin detenerse y les da miseria a mis padres, así que, aunque recurramos a él, no recibiríamos ayuda, lo único que puedo hacer es huir con mi familia tan lejos como sea posible. — Mami… — Hija, mírate en el espejo, no tienes ninguna herida. — dice mi madre y yo niego. Porque sé que estoy destruida. Porque aunque me sorprende que pueda correr con el pie tan dañado, las demás heridas no son una broma. Sin embargo, mi madre me obliga a caminar hacia el espejo y yo me sorprendo porque incluso mi rostro que tenía manchas por el sol, han desaparecido. — Creo que tuviste una pesadilla. — dice mi padre, pero, eso no puede ser posible. Por mucho que yo quiera explicar lo que sucede, no es posible que algo así suceda. — No puede ser posible. — Tuviste un mal sueño, hija, pero, regresa a dormir. — dice mi madre y yo niego llorando. Ellos me interceptaron en el camino cuando regresaba del baño, por lo que, es normal que mis padres crean que fue un sueño, pero, no es así, la agonía que experimenté no puso ser de un sueño. — Mami, cree en lo que te digo, Marcus es paramilitar y ahora que me niego a estar con él, está dispuesto a asesinarlos si es lo que quiere. Así que, por favor, vámonos. — No voy a dejar lo que considero mi hogar, Sandra. Además, Marcus es un buen hombre, te ha respetado mucho y… Alguien toca a la puerta y yo entro en pánico al punto que me escondo bajo la cama, como si estuviera presenciando un atentado. — Hija, me estás preocupando. — dice mi padre, mientras vuelven a tocar la puerta pero esta vez como si estuvieran escapando de algo. — Señor Rafael, abra la puerta, sé que es duro, pero, necesita reaccionar. — dice una voz que identifico como el vecino. — No abras la puerta, por favor. — ¿Estás loca? Es el vecino. — dice mi padre. Aunque intento salir de la cama para prevenir a mi padre que los vecinos no son confiables, el pánico que siento me impide hacer algo. Tengo miedo y mucho, porque ellos sabían que sucedía en la vida de Marcus y no nos previnieron, así que, seguramente son capaces de traer a Marcus y burlarse de nosotros por ser ingenuos. — No le abras la puerta, por favor. Son los vecinos pero, no confíes en ellos. — ¡Rafael, abre antes que te maten! — grita el señor Vicente. — ¿Qué locura estas diciendo, Vicente? — pregunta mi padre abriendo la puerta. — Entiendo que estás sorprendido por lo que le sucedió a tu hija, pero, deben marcharse, el señor Marcus no se detendrá con esto. El vecino que ni siquiera prendió el bombillo de la casa cuando estaba implorando por ayuda, ahora ha venido a avisar a mi padre del hombre que ellos conocían y no nos dieron alguna recomendación. — ¿Qué locura estás diciendo, Vicente? — Mataron a tu hija, pero… — No sé qué está pasando, pero, mi hija está viva, ella se encuentra en perfectas condiciones, asustada por un mal sueño, pero, bien. — Eso no es posible, ella era perseguida por los carneros y a ellos no se le escapa nadie. — dice él y yo salgo de mi escondite. No quiero perder el tiempo reclamando, pero, estoy muy enojada con los vecinos que se supone que me veían como familia y no me advirtieron del terrible peligro en el que me encuentro. — ¡¿Por qué no me dijeron quién era Marcus?! ¡¿Por qué fueron tan crueles?! ¡Me conocen desde que soy una bebé…! El asombro es grande en el señor Vicente, seguramente me creía muerta y la verdad, no me sorprende, porque yo también me sentí al borde de la muerte. — Fuimos amenazados, estamos arriesgándonos mucho al venir aquí y traerles esto. — dice el señor Vicente entregando una bolsa pequeña. — ¿Qué pasa aquí? No estoy comprendiendo. — Deben marcharse está misma noche, tomen todo lo que pueda y márchense de aquí o morirán. — dice el señor Vicente. De inmediato, corro en busca de las cosas de valor que meto de inmediato en una maleta, para posteriormente quedarme en la pequeña sala de nuestro humilde hogar. — No comprendo. — El hombre que le daba regalos a su hija, es el jefe de los paramilitares, él lidera todo aquí, los enfrentamientos, las “vacunas” que cobran en cada negocio para “cuidarlos” y el porcentaje que envían a los malos, es lo que él obtiene para poder disfrutar de comodidades que a nosotros nos cuesta mucho. — Pero… — Váyanse de aquí y no confíen en nadie, el poder del señor Marcus es más de lo que usted cree.