Verdades que duelen
Emma al ver que la abuela Caterina se marchaba, se dispuso a regresar a la mansión de Massimo. Cuando caminaba hacia la salida, escucho a Massimo pronunciar su nombre.

- ¡Emma! Espera, te llevo a casa, voy para allá. – dijo el hombre con un frío semblante, que a Emma le hizo temblar.

- Señor, no quiero molestarle, usted seguro debe regresar a la oficina. - dijo la mujer tratando de parecer tranquila.

- No, Emma, lo que debo hacer en la mansión no puede esperar más, vamos.

Emma no tuvo opción y caminó a su lado en silencio, llegaron al auto y subió. Se dio cuenta de que algo en el semblante de Massimo había cambiado, pero no lograba descifrarle.

Llevaba mucho tiempo sirviéndole y había aprendido a leerle sus emociones, pero esta vez le era complicado definir qué estaría pasando por su mente.

Llegaron a casa y esta mujer dijo:

- Señor, ¿Quiere que le haga algo para cenar? - preguntó la mujer tranquilamente.

- No, Emma, necesito que me acompañes al estudio. Quiero hablar contigo de un tem
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