Mientras Massimo hablaba con Paloma, una idea le llegó a su mente.
- Bueno, ya no te quiero agobiar más con mi vida, quiero que me acompañes a un lugar… - Dijo Massimo levantándose de la banca.
- ¿Cuál? - Preguntó Paloma, intrigada.
- Mi antigua casa…
- ¿En la que vivías antes de que saliera lo de Leonardo…?
- ¡Efectivamente…! ¡Hay algo que te quiero dar…!
- ¿A mí? ¿Por qué? - Preguntó Paloma, intrigada.
- Por tu boda, en esa casa hay algunas cosas que quisiera que tuvieras…
- ¡Wow! ¡No tienes que hacerlo! Con tu presencia ese día, es más que suficiente…
- ¡Anda! Vamos a casa, son cosas que quiero que sean para ti, Laura y las niñas.
- ¡Bien! Si eso es lo que quieres hacer, adelante, pero ¿Acaso Laura no debería estar aquí?
- Mmm… Ella ahora está un poco ocupada, pero sé que ella estará feliz de que tú tengas algunas de las cosas que te voy a dar.
- Bien, si ella estaría de acuerdo, no le veo el problema.
Minutos después, estaban llegando a la antigua casa de Massimo; para él, aquella