Luego de que Franco Amato había hablado con ese “amigo” al cual le cobraría un favor del pasado, solo debía sentarse a ver cómo la desgracia caería en la familia Pellegrini, era obvio que Massimo Pellegrini saldría salpicado con ello.
A la mañana siguiente, Marco Barzinni se encontraba en la bodega donde estaba el viejo Franco, lo vio y le dijo:
— Espero que hayas tomado la mejor decisión Franco, por alguna buena razón te mantuve con vida en estos años, solo recuerda que, lo que yo te hice tiene una razón de ser.
En el caso de tu hijo, ¿Acaso le diste alguna razón para hacer lo que te hizo? Se llevó tu voz, se llevó lo poco que quedaba de implacable Franco Amato.
Franco tenía una pluma y papel, hoy día esa era su única manera de comunicarse, además de asentir o negar con la cabeza.
— “Eres un idiota, lo sabías” “Debiste matarme cuando podías”
— No, no, Franco, tú ahora eres mi “as bajo la manga”.
— “¿Para qué me quieres vivo?” “Ya no te sirvo para nada.”
— Oh, mi hombre, sirves y sirve