El día en que la familia Barzinni y la recién formada familia Pellegrini Barzinni se iba para México había llegado.
Sin querer, las 3 familias nuevamente se encontraban reunidas en el aeropuerto.
Marco se despedía de Pietro, quien, al perder la memoria, solo contaba con los recuerdos del pasado y eso era lo que dé le daba realmente un valor más especial.
El hombre era relajado y jovial, pero con la apariencia de un hombre maduro.
- ¡Amigo, cuídate y cuida de toda la familia! Te encargo a mi hijo, sé que no es tu favorito, pero te puedo asegurar que con el tiempo lo llegarás a apreciar… ¡Es buen muchacho, incluso ya hasta a mí me cae bien! – dijo Pietro despreocupadamente.
- ¡Papá! ¡Te estoy escuchando! – dijo Aldo a lo lejos mientras cargaba a su pequeña Isabella.
- ¡No dije nada que no fuera verdad! Al principio te me hiciste un tanto presumido… Pero eras mi hijo y te debía aceptar, ahora sé que eres un buen hijo y me siento orgulloso de ti. – dijo Pietro sin pelos en la lengua.
- ¡