Guadalupe se adelantó y entró en aquel local con pasteles de varios sabores. La dependienta muy atenta se acercó a ella.
- ¡Hola, señorita! ¿Gusta algún pastel o pasará al café?
- Mmm… - Guadalupe volteó a ver al hombre que llevaba a su lado.
- ¡Vamos a pasar al café! – respondió el hombre a su lado.
- ¡Adelante! ¿Gusta tomar asiento dentro? O por la parte de atrás, tenemos una pequeña terraza, ahí también hay mesas.
- ¡En la terraza! – respondió Guadalupe, ilusionada.
- ¡Está bien! ¡Síganme por aquí! – Dijo la chica mientras le hacía una seña con la mano para indicar el camino.
Mientras caminaban hacia la terraza, pasaban dentro de la pequeña pastelería, el pasillo era blanco y estaba decorado con algunos cuadros que representaban diversos pasteles pintados en óleo.
Había algunas pequeñas mesitas con floreros y rosas inglesas, el lugar tenía fascinada a Guadalupe, quien admiraba el lugar como si el destino le hubiera regalado la oportunidad de encontrar ese cachito de cielo.
Massimo p