POV: Helena
El estruendo me golpeó en el pecho con la fuerza de un puñetazo. El detonador. La señal de radio. El final de la farsa. Franco Moretti, el hombre que me había destrozado y que, en un giro perverso del destino, acababa de confiarme la vida de nuestra hija, estaba ahora oficialmente muerto para su enemigo.
Me detuve en seco, el pánico golpeándome. No era el miedo a la sangre lo que me paralizaba; era la conciencia de que la pieza central del juego, el cerebro controlador, acababa de autoeliminarse. Sentí una punzada de algo indefinible, una mezcla de horror y... ¿liberación? No. Una dependencia repentina y aterradora. Ahora, yo era la única mente pensante en el campo de batalla, y llevaba la llave real.
—¡Corre, Helena! —me ordené en un susurro áspero.
Mi cuerpo obedeció, convirtiendo el terror en combustible. Corrí hacia la casa principal, la mancha de sangre seca de Franco en mi muñeca actuando como un recordatorio sombrío. A lo lejos, las ráfagas de disparos en el perímet