Capítulo 28. El vestido de novia
El salón de pruebas olía a rosas blancas, pero a Leiah le olía a encierro.
—Gira. Más lento. No, así no —dijo Suzanne Davis con una mueca—. El escote no te favorece, pero no hay mucho qué hacer. Afortunadamente, tienes buena figura. Es lo único que ayuda.
Leiah giró frente al espejo con desgano. El vestido era una mezcla torpe entre la sensualidad de una vedette y la pomposidad barata de una princesa. Satén brillante, encaje bordado con pedrería exagerada, una espalda desnuda que le rozaba la cintura y una abertura lateral que llegaba peligrosamente alto. Su madre política parecía extasiada. Ella, al borde de vomitar.
—Es el vestido. —Suzanne aplaudió suavemente con las uñas esmaltadas de perla—. Marcus va a quedar deslumbrado. Todos dirán que atrapó a una mujer… ardiente, pero con clase. Ya sabes, esa mezcla tan escasa.
Leiah apretó los dientes.
Lo único escaso allí era su paciencia.
La suegra no paraba de hablar. Que si el catering tendría bocadillos franceses con nombres impronunci