Capítulo 21. Verdades dolorosas
El mundo empezó a girar. El vestido se sentía como una soga de terciopelo alrededor de su cintura. Caminó a tropezones hasta el tocador, empujando la puerta sin mirar si había alguien dentro. Cerró con un movimiento torpe y apoyó las manos en el mármol frío del lavabo. El reflejo en el espejo le devolvía una imagen irreconocible: el rostro pálido, los ojos desorbitados, el pecho subiendo y bajando como si estuviera atrapada en una asfixia invisible.
—¿Qué carajo haces aquí, Darren? —susurró al aire, como si el eco pudiera responderle.
Hiperventilaba. El sudor se acumulaba en la base de su espalda. El corsé del vestido color esmeralda, tan elegante y a la medida, ahora se sentía como una prisión. Trató de respirar profundamente, pero cada bocanada de aire parecía un nuevo golpe en el estómago.
“No puede ser… No puede ser…”
Las palabras de su padre retumbaban en su cabeza con violencia: "Saluda a tu hermano, Leiah."
Su hermano. Su hermano.
Pero... era su novio. Su amante. Su todo.
Un