Jack Parte lV.
Durante los siguientes tres años, viví tranquilo. Bastaba con un beso rápido para mantener el olor, una apariencia normal ante los demás. No importaba quién fuera la chica: no aprendía sus nombres, no recordaba sus rostros. Era un simple intercambio necesario, una rutina más. Un beso, un favor, una mentira conveniente.
No había emoción en ello. Ni culpa tampoco. Solo un método que funcionaba.
Pero todo cambió el otoño en que cumplí quince y viajé al Reino del Norte para pasar unos días con mis amigos. Entre los juegos y el bullicio del castillo subterráneo, un llanto suave me sacó del grupo al que seguía hacia el comedor. Seguí el sonido por los pasillos hasta encontrarla.
Era una pequeña, no debía tener más de cinco años, y se había raspado la rodilla al tropezar con una piedra suelta. Tenía las mejillas húmedas y el cabello revuelto, pero aun así… era la cachorra más bonita que había visto en mi vida.
Me quedé quieto, observándola. Algo en ella me desarmó, aunque no supe qué. Tal ve