Saludé a todos mis amigos príncipes sin quitarle la vista de encima a Anahí. Por supuesto, tenía que ser discreto.

Durante la fiesta la vi reír, bailar y saludar al mismo tiempo; mientras tanto, a mi lado Julianna cabeceó un par de veces, demasiado aburrida en una celebración que para muchos sería emocionante. Se excusaba cada tanto para ir al baño y mojarse la cara, lo que me dio un poco de tiempo para bailar con Anahí. Sus guardias iban pegados a Julianna a donde fuera, así que no había problema.

Felicité a Anahí, le dije que se veía hermosa y disfruté de cómo se sonrojaban sus mejillas... hasta que tomé distraídamente de la copa que una de las lobas encargadas de repartir las bebidas me ofreció. No fue inmediato, pero comencé a sentirme extraño.

Para cuando me di cuenta de que algo iba mal, mis padres ya estaban en conversaciones con los padres de Anahí y yo solo contaba con Julianna. Le murmuré rápidamente lo que pasaba y enseguida me tomó del brazo para guiarme a la habitación