Residencia Alexander
La residencia Alexander volvía a llenarse de vida.
Una fresca brisa matinal se colaba por las ventanas abiertas, disipando la quietud de la noche y trayendo consigo un aire ligero y vibrante. El viento cálido, pero suave, impregnaba la casa con un ambiente alegre.
—Cariño —dijo Livia con un puchero juguetón—, estaba pensando… qué bonito sería que nuestra luna de miel fuera como la de otras parejas. Ya sabes, pasar el día entero afuera haciendo cosas divertidas.
Damian estaba a punto de salir de la habitación cuando se detuvo. Su mano seguía en el pomo de la puerta, pero lentamente la soltó, se giró y en un movimiento rápido acorraló a Livia contra la pared.
—Di una palabra más sobre tener una “luna de miel de plebeyos” y te morderé los labios —gruñó, levantándole el mentón con los dedos, como si realmente hablara en serio.
Livia se puso nerviosa.
—¡Está bien, está bien! ¡No lo vuelvo a decir!
Soltó una risita nerviosa e intentó apartar su mano. Al quedar libre, se