Dentro de la casa, tras la partida de Damian
Jenny y Sophia permanecían firmes detrás de su cuñada, leales defensoras suyas. Ambas sabían que la paz en aquella casa dependía enteramente del humor de su hermano… y también sabían muy bien quién era la única persona capaz de influir en los sentimientos de su querido Damian.
—Mamá, ¿acaso no viste la declaración de amor que Damian le hizo a nuestra cuñada? —preguntó Jenny con fingida naturalidad, aunque sus palabras eran más bien una estocada: un recordatorio punzante de que su madre ya había perdido en todos los frentes.
La señora Alexander guardó silencio, observando fijamente a sus dos hijas.
—No los presiones más, mamá. Damian está perdidamente enamorado de Livia. No hay nada que puedas hacer al respecto —insistió Sophia.
Una vez más, remarcaban el punto principal: Damian estaba enamorado de Livia. Eso era un hecho.
—No voy a interferir con Livia —respondió finalmente su madre, con amargura—. Así que no hay necesidad de seguir habland