Brown volvió a su despacho, sentado profundamente en sus pensamientos, tratando de averiguar quién podría reemplazar a Leela.
Había garabateado algunos nombres en una libreta, pero uno a uno los tachó: cada candidato ocupaba todavía una posición demasiado crítica como para ser reasignado.
Finalmente, tomó el teléfono y escribió un mensaje.
[Envíame tres nombres que recomiendes para tomar tu puesto protegiendo a la señorita Livia. Envíame por correo sus perfiles.]
Parecía que Brown estaba tomando el atajo —yendo directamente a través de Leela.
Entonces su mente volvió a vagar hacia esa maldita luna de miel del 51%.
Otra vez, Brown se sintió estresado, preguntándose cuánto importaría realmente ese uno por ciento de diferencia para Livia. Fue entonces cuando un golpe en la puerta de cristal lo sacó de su ensoñación.
Una secretaria estaba de pie afuera. Brown le hizo un leve gesto con la mano, indicándole que entrara.
—¿Qué sucede? —no levantó la vista de la hoja frente a él. Acababa de e