Comenzar la semana después de un fin de semana agotador.
Los fines de semana se suponía que eran para descansar, pero para Livia, aquel había sido un campo de batalla emocional.
Apretaba con fuerza el volante, los nudillos pálidos. Su cuerpo temblaba de rabia contenida.
No pienses en eso. No lo recuerdes. ¡Olvídalo! Damian solo quiere fastidiarte, Livia. ¡Mantén el corazón fuera de esto!
Giró bruscamente el volante con un suspiro frustrado.
Después de terminar su clase de masajes, Livia se detuvo a comprar almuerzo y bebidas para su personal, además de frutas y snacks en el minimercado. Al volver a la tienda, entregó las llaves del coche a una empleada y arrastró el cuerpo hasta el segundo piso.
Se dejó caer en la cama con un gemido dramático.
—Qué cómodo… —murmuró, quedándose mirando fijamente el techo.
¿Qué me pasa? ¡Piensa, Livia, piensa! ¿Por dónde empiezo? Uf… mi cerebro está frito.
Unos pasos resonaron en la escalera.
—¿Qué quiere comer, señorita Livia? —preguntó Tiffany con voz