Livia acababa de terminar de bañarse y estaba recostada en la cama. El sonido del agua seguía corriendo en el baño: Damian estaba dentro, duchándose y gruñendo de frustración por lo estrecho que resultaba todo.
Bueno, claro… para él debía sentirse diminuto. No debería andar comparando la mansión donde vivía con la casa de la familia de Livia.
Y para colmo, como si la situación no fuese ya bastante incómoda, el señor Matt había empacado su lencería en vez de su pijama. ¿Qué se suponía que pensaba ese hombre, que ella planeaba seducirlo aquí? Sin más opción, Livia se puso la lencería, tironeando incómoda del tejido.
La ropa de dormir de Damian era normal, pero la suya… absolutamente no.
Murmuró en voz baja:
—¿Por qué demonios mi ropa es así?
La puerta del baño se abrió.
—¿Ya terminaste? —preguntó Livia incorporándose, justo cuando Damian salió.
—¡Este sitio es ridículamente pequeño! —siguió despotricando. Se dejó caer de espaldas en la cama, aún sin camisa, con el agua resbalando por su