Damian subió la manta hasta el hombro de Livia y depositó un suave beso en su frente. Ella ya dormía profundamente.
Le apartó un mechón de cabello con ternura.
—Duerme bien. Has sufrido demasiado en esta casa. Ahora me toca a mí… devolverte todo lo que te han hecho pasar.
Le dio otro beso en la mejilla. Sus pestañas temblaron un instante, pero no despertó. Damian sonrió apenas y se levantó de la cama.
—Joven amo —lo saludó Brown al otro lado de la puerta, ofreciéndole un vaso de agua fría. Damian lo tomó y se dirigió a la sala de estar.
Los restos de la fiesta de la noche anterior habían desaparecido. Además del servicio de la casa, el equipo de Mr. Matt había colaborado para dejar todo impecable, como si jamás hubiera habido celebración alguna. Eran ya las tres de la madrugada: no exactamente medianoche, pero demasiado temprano para estar despierto.
—Llámales —ordenó Damian con calma.
—Sí, joven amo.
‘¿Por dónde debería empezar con esta venganza?’ pensó, mientras bebía un sorbo de ag