Damian bajó las escaleras con un silbido suave y un tarareo satisfecho, como un recién casado saliendo de la alcoba nupcial.
Se detuvo en la entrada de la sala de televisión.
—¿Es ella? —preguntó al ver a una figura nerviosa de pie junto al sofá, con la cabeza agachada.
El señor Matt dio un paso al frente.
—Sí, joven amo. Ella es Maya.
Damian se acercó con calma y se dejó caer en el sillón.
En ese mismo momento, el asistente Brown salió del despacho, y con su sola presencia el aire se volvió más denso. La tensión aumentó cuando se colocó cerca, erguido, con las manos a la espalda y la mirada fija al frente.
—Preséntate —ordenó el señor Matt.
Las manos de Maya temblaban mientras se las entrelazaba delante de la falda. Era la primera vez que la llamaban directamente ante el joven amo. Lo había visto antes, sí, pero siempre a distancia… nunca tan cerca. Apenas podía respirar.
—B-buenos días, joven amo. Soy Maya. Trabajo en la casa trasera… a cargo de la ropa.
¿Qué hice mal? ¿Por qué esto