El sol ya estaba alto en el cielo.
Todos en la casa andaban ocupados con sus rutinas matutinas de siempre. Bueno… casi todos.
Jenny y Sophia habían huido antes del desayuno.
Sí, habían alcanzado a escuchar la primera mitad de los gritos de Damian hacia su cuñada la noche anterior, y con eso bastó. Sin saber cómo había terminado aquella “guerra”, hicieron lo único sensato: correr por sus vidas. Más valía huir que quedar atrapadas en la metralla emocional.
Aun así, la curiosidad las devoraba.
Preguntaron a todo el que se cruzaba en su camino qué había ocurrido, pero toda la casa parecía tener los labios cosidos. El señor Matt solo les dedicó una sonrisa neutra y dijo:
—El joven amo y la joven señora están perfectamente. Siguen en la habitación.
Entonces divisaron al asistente Brown, desayunando con calma en el comedor, revisando un montón de documentos como si nada hubiera pasado.
Jenny y Sophia se le acercaron con cautela, esperanzadas.
Pero Brown ni levantó la vista.
—¿De verdad quier