La escena romántica debía haber sido entre dos personas.
Pero esta vez, al parecer, no lo fue.
Livia permaneció callada como una roca.
Y, sin embargo, para Damian, aquel era el momento más romántico de todo su matrimonio.
Por primera vez, sintió que empezaba a comprenderla. Como si hubiera encontrado un pequeño rincón en su corazón donde su nombre vivía en silencio.
Tras saciar sus propios sentimientos—solo—apoyó la barbilla en su hombro y dejó un beso suave allí.
—El señor Matt dijo que no viste toda la ceremonia de inauguración. ¿Por qué? ¿Ni siquiera te quedaste para verme en el podio?
‘¡No! ¿Por qué iba a quedarme a verte con Helena?’
—¿Por qué? —murmuró de nuevo, dejando que sus dedos recorrieran la curva de su cuello—. Tu cuello es tan pequeño, ¿eh? Si te estrangulo, morirías, ¿no?
Se rió para sí mismo.
‘¡Insólito! ¿Me amenaza mientras se ríe?’
—No me sentía bien antes —respondió al fin Livia—. Así que subí a descansar.
‘Genial. La excusa más cliché del mundo. Bien hecho, Livia.