Angelo observó cómo la imponente figura de Paolo quedaba casi completamente envuelta en las sombras de la noche.
—Hermano...
Paolo entrecerró los ojos y arrugó la frente.
—¿Cómo que todavía no estás en tu cuarto descansando a estas horas?
Angelo sonrió con picardía.
—Tú también andas por aquí, ¿no tienes que ir a descansar?
Paolo hizo una mueca y habló con un tono severo.
—Ya sabes que no andas muy bien de salud. No deberías estar aquí afuera a medianoche. Ándale, métete ya. Tu doctor dijo que con este frío y la humedad, seguro te vuelve a doler la pierna...
—¿Y tú qué? ¿Por qué estás aquí afuera? —lo interrumpió Angelo.
—Yo... ando dándole vueltas a unos asuntos complicados —respondió Paolo tras una breve pausa.
Angelo ladeó un poco la cara y preguntó en voz baja.
—¿Es por Cristi? Fui a buscarte a la oficina en la tarde y vi el periódico en tu escritorio. La niña de la foto... es idéntica a Cristi de pequeña, ¿no crees?
—Angelo, no tienes por qué meterte en eso —respondió Paolo con u