XXII Doble agente

Los ojos del hombre se deslizaban sin pena por todo su cuerpo. Una sensación inquietante y muy conocida la invadió.

—Yo… Yo trabajo para el amo Vlad… Él se enfadará si lo hago para alguien más.

Con una sonrisa cínica él le soltó el mentón y ella retrocedió unos pasos.

—Debes hacer un muy mal trabajo si terminaste así.

—Fue… fue un accidente automovilístico.

—Sí, por supuesto —dijo él, sin ocultar la expresión sarcástica—. Entonces, según tú, Vlad se enfadará si te pido que me traigas un whisky.

Samantha estaba pensando demasiado y sus pensamientos estaban enlodados de suciedad. Apenada fue hasta el interior de la casa y le llevó el vaso de whisky a la terraza. Como era habitual, permaneció parada junto a él por si le pedía algo más.

—¿Qué tipo de trabajo haces para Vlad?

Sam sintió picor en el hombro, allí donde estaba plasmada la factura

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