Siento un cosquilleo por mi cuello y una respiración que desciende hasta mi pecho. Unas manos acarician mi abdomen de manera pausada provocando que se me escapen varios suspiros, una mano grande y experta toma uno de mis pechos acariciándolo. Abro mis ojos de golpe al sentir la lengua de él en mi seno libre y su mano bajando hacia mi pelvis.
Mete su enorme mano en mis bragas y empieza a acariciarme suavemente. Un gemido se escapa de mi boca haciéndolo gruñir de satisfacción. Saca su miembro y lo coloca en la entrada de mi parte íntima. Ansiosa y ya bastante mojada comienzo a moverme haciéndolo entrar lentamente y miles de sensaciones inexplicables hacen temblar a mi cuerpo.
—Emili —me llaman a lo lejos—, despierta, no te puedes quedar ahí. Te vas a volver a enfermar. Vamos te llevó a mi casa —me pide una voz familiar.
Incómoda y bastante frustrada abro mis ojos tratando de adaptarme a la luz de estas miserables escaleras.
"Pero no te enojes. ¿Quién te mandó a tener sueños húmedos? Por