Tomé los estudios y sin decir nada al Doctor, salí, preocupada y no sabía qué hacer, que pensar, llegué a mi departamento sola, estaba lavando mi ropa, cuando tocaron mi puerta, tendí la ropa y fui a abrir, era Leo.
- Ana Laura. No quiero que estés enojada.
- Perdóname Leo, fui una tonta- dije y lo abracé, se me salieron las lágrimas y el me consoló.
- ¿Que tienes, Ana Laura?
- Es lo que no sé.
- ¿Por qué lloras? -me secó mis lágrimas.
- Estoy enferma.
- Vamos al doctor, -me dijo preocupado- yo te llevo.
- Ya fui, estoy preocupada, dijo que tengo que ir con una reumatóloga.
- Vamos, Ana Laura, yo te acompaño.
- No tengo cita.
- Vamos
Fue tanta la insistencia de Leo, que acabamos yendo con la reumatóloga, afortunadamente, no tenía pacientes y nos pasó.
- Buenas tardes, ¿eres Ana Laura?
- Sí, soy yo, ¿cómo lo sabe?
- El doctor Castillo, me lo dijo, que posiblemente vendrías, mas no pensé que tan pronto, tomen asiento por favor.