Tres días después
New York
Lance
Llevo días intentando hablar con Karina… sin éxito. La veo en los pasillos, la siento cerca, pero ella siempre encuentra la forma de desaparecer antes de que pueda acercarme. Es como si midiera cada uno de sus movimientos para asegurarse de no quedarse a solas conmigo. Me esquiva con la precisión de una experta. Y por más que lo intento, termino sintiéndome como un intruso en su rutina.
Hoy camino por los pasillos de la empresa con el ceño levemente fruncido. El aire acondicionado sopla fuerte, pero no es eso lo que me eriza la piel. Es el presentimiento de que algo está cambiando. Doblo la esquina y de pronto la veo: Amanda. Mi vieja amiga. Su sonrisa brilla desde lejos y, por un momento, todo lo demás desaparece.
—¡Amanda! —le digo con un tono cálido mientras camino hacia ella.
Nos abrazamos fuerte, de esos abrazos que arrastran años de recuerdos. Sus manos me aprietan los hombros como si quisiera asegurarse de que realmente soy yo.
—¡Mírate, Lance! E