Unos días después
New York
Lance
Últimamente los días se me escapan entre reuniones interminables, papeleo acumulado y decisiones que no dan tregua. Desde que llegué a Nueva York, no he tenido un respiro. Salgo del departamento cuando apenas asoma el sol y regreso cuando la ciudad ya duerme, silenciosa e impersonal. Las luces de los rascacielos no alcanzan a calmar el cansancio que arrastro en los hombros. A veces me pregunto si este ritmo frenético vale la pena, si el sacrificio tiene algún sentido.
Y entonces pienso en ella. Karina. La única razón por la que todo esto tiene sentido.
Estar cerca de ella ilumina hasta el día más agotador. Es como un cable a tierra en medio del caos. Aunque nuestras interacciones suelen ser breves —un cruce de palabras en el pasillo, una mirada cómplice al salir de una reunión— se han vuelto esenciales para mí. Todo cambió desde aquella noche en el coche, cuando le confesé lo que sentía. Desde entonces, está distinta. Más cercana. Más dulce. Ya no me fr