Capítulo Treinta y tres.
Lucero tuvo que inhalar varias veces, conteniendo el temblor de sus manos, antes de atreverse a desplegar la segunda hoja del sobre. El papel, frío y silencioso, parecía pesar más de lo que su aspecto sugería. Apenas unas frases llenaban el espacio, pero cada palabra era una astilla clavada en el alma.
“Riny ha regresado con Dylan, su matrimonio continuará. Sin embargo, el infortunio ancestral de nuestra familia la ha alcanzado. Le aconsejé que le contara todo a Dylan, pero se niega; teme que, al saber que el bebé nació sin vida, él pierda la esperanza y no quiera intentarlo otra vez. Por eso adjunto esta carta, no como un favor, sino por consideración hacia mi bisnieto. Riny alberga la esperanza de que, esta vez, Dylan acepte intentar tener un bebé. Por ello, el embarazo truncado debe permanecer oculto entre estas líneas.”
Al terminar de leer, Lucero soltó el aire contenido en un suspiro cargado de resignación. Había aprendido de su madre que, ante el dolor o la sorpresa, lo primero