Capítulo 34. Lealtad inquebrantable
Liam
Los días en el hospital sucedían con una lentitud exasperante, marcados por el pitido monótono de los equipos médicos y las conversaciones susurradas con los enfermeros. La incertidumbre sobre la salud de mi padre seguía siendo una pesada losa, pero en medio de la angustia, la presencia constante de Isabel era un faro de esperanza. Su amor incondicional se manifestaba en cada detalle, desde el café caliente que me traía cada mañana hasta el firme apretón de su mano cuando las noticias no eran alentadoras.
No solo Isabel se había convertido en mi roca. Mis amigos, Brian, Alan e Isaac, también se hicieron presentes de maneras que nunca olvidaré. Al principio, me mantuve algo distante, ensimismado en mi preocupación, mi instinto era siempre el de aislarme y enfrentar las crisis solo, pero sus mensajes y llamadas persistentes lograron atravesar mi caparazón. Estaban aplicando la lección que me habían dado en el pent-house: no se puede controlar todo, pero se puede contar con la gente