Início / Romance / Por culpa de un Anillo / Capítulo 2. El amor es complicado
Capítulo 2. El amor es complicado

Isabel

Después de las vacaciones de Navidad, me había sumido en una profunda reflexión sobre mi vida, llegando a la dolorosa conclusión de que el amor, al parecer, no estaba destinado para mí. Esta idea se arraigó tras mi última relación, un auténtico desastre. Él parecía ser “el indicado”; después de todo, el dicho popular asegura que “a la tercera va la vencida”, pero esa creencia resultó ser una cruel mentira. Todo marchaba sobre ruedas, o eso creía, hasta que lo descubrí con otra persona. La traición me golpeó con la fuerza de un mazazo, confirmando, con amargura, mi convicción de que el amor no era para mí. El canalla, al ser confrontado, solo atinó a pronunciar la ya gastada y patética frase: “No eres tú, soy yo”, antes de esfumarse de mi vida para siempre.

Llevaba un tiempo sumida en la soltería, un estado que había dado paso a una profunda tristeza y melancolía. Afortunadamente, regresar al trabajo en Gleam’s me proporcionaba una valiosa distracción. Mi empleo allí me reconfortaba; me sentía segura, competente y valorada. No en vano era una de las mejores diseñadoras. Gleam’s era mi refugio, un espacio donde podía concentrarme en algo que dominaba y que me brindaba una inmensa satisfacción.

Al llegar a la joyería, me encontré con mi jefa y amiga, Claire. Mientras organizábamos los nuevos diseños, le confesé mi firme decisión de renunciar al amor, argumentando que las relaciones eran complicadas, frustrantes y, al final, siempre terminaban hiriéndome.

—Isa, estás cayendo en un círculo vicioso de negatividad que no te traerá nada bueno —me advirtió Claire con una expresión de preocupación, mientras colocaba unos elegantes collares de perlas en el escaparate.

—¿Crees que sea mi culpa? —pregunté con voz temblorosa, sintiéndome vulnerable y buscando desesperadamente una explicación a mi persistente mala suerte.

Claire suspiró profundamente, interrumpió su tarea y se acercó al mostrador. Tomándome ambas manos entre las suyas, me obligó a mirarla.

—No estás haciendo nada malo, Isa. Simplemente has tenido la mala fortuna de cruzarte con las personas equivocadas. Idealizaste a hombres que creíste príncipes, pero que, al final, resultaron ser sapos con coronas de cartón. Necesitas darte un respiro, un tiempo para ti, y dejar de buscar el amor activamente. Deja que él te encuentre a ti, cuando menos lo esperes.

No me gustaba que analizara mi vida amorosa con tanta ligereza, y mucho menos el cliché del “príncipe y el sapo”, pero valoraba enormemente su preocupación. Sin embargo, mi realidad era diametralmente opuesta a la suya. Mis relaciones eran escasas, contadas con los dedos de una mano. El verdadero problema radicaba en que, con la misma rapidez con la que aparecían en mi vida, desaparecían, dejándome con una profunda sensación de vacío y rechazo. Sabía que Claire tenía buenas intenciones, pero su vida era un mundo aparte: ella estaba felizmente casada, era dueña de la joyería, y yo su empleada. Así que, lo siento, querida amiga, pero no tienes ni idea de lo complicado que es todo esto para mí.

Justo en ese instante, el suave timbre de la joyería anunció la llegada de un nuevo cliente. Al girarme, mi corazón dio un vuelco. Un hombre imponente acababa de entrar en la tienda. Alto, pelinegro, con una elegancia natural que parecía emanar de cada poro de su piel… parecía recién salido de un sueño. Mis sentidos se agudizaron al instante. Su sonrisa brillante, como un rayo de sol en un día nublado, me dejó sin aliento, como si el tiempo se hubiera detenido.

En ese preciso momento, las palabras de Claire resonaron en mi mente. ¿Sería él el hombre que tanto había esperado? ¿O se trataría de otro sapo más en mí ya extensa (aunque, en realidad, bastante corta) lista de decepciones amorosas?

—Buenos días —dijo él, fijando sus penetrantes ojos azules en mi rostro, que seguramente se había encendido como una brasa.

—Buenos días, caballero. Bienvenido a Gleam’s. Mi nombre es Isabel, ¿en qué puedo ayudarlo? —pregunté, intentando mantener la compostura.

—Isabel, un placer. Estoy buscando a la Sra. Claire Lively. Vengo de parte de la Sra. Lupita Ortiz —respondió con una voz suave y profunda que me erizó la piel. Sus ojos brillaban con una intensidad que me desconcertó y, al mismo tiempo, me atrajo de una manera irresistible.

¡Oh, no! Justo cuando me disponía a indicarle que mi jefa estaba justo a un lado, Claire se presentó.

—Buenos días, señor Sullivan. Lupita me comentó que tiene que resolver el asunto de unos anillos. Y me recomendó que lo ayudáramos en este proceso.

—Liam, por favor. Sí, le agradezco, es que he buscado estas sortijas por todas partes —Lo vimos sacar su teléfono celular de su elegante abrigo y nos mostró la foto: dos anillos de diseño clásico, con una banda ancha y un diamante central solitario.

—Muy bonitos, pero nosotros nos dedicamos a diseñar piezas únicas y, la verdad, más bellas que lo que nos muestra. Hacemos diseños personalizados y es completamente artesanal —le dijo Claire mientras le acercaba el elegante catálogo encuadernado en cuero.

Liam se tomó su tiempo para examinar nuestros diseños. Una expresión de genuino interés cruzó su rostro. Por un instante fugaz, tal vez una fracción de segundo, tuve la extraña sensación de que sus ojos azules me dedicaban una atención que iba más allá de lo meramente profesional. Sin embargo, una fina línea de plata con incrustaciones de zafiros captó su atención, y su mirada se centró por completo en las joyas. Después de todo, esa era la razón de su visita.

—¡Wow!, realmente tienen colecciones sorprendentes.

Claire no dejaba de mirarme, pero me sorprendió con una mirada cómplice y una leve sonrisa.

—Atiéndelo tú, Isabel. Señor Sullivan está en buenas manos —dijo Claire con un guiño discreto, dirigiéndose a su despacho.

Asentí con la cabeza y me enfoqué en ayudarlo. Era evidente que aquel hombre visitaba la joyería por primera vez. Saqué dos sortijas de platino con delicados engastes de diamantes que le habían llamado la atención y los coloqué con sumo cuidado sobre la bandeja de terciopelo. Su sonrisa me desarmó por completo. Sentía una corriente eléctrica creciendo entre él y yo que me dejaba extrañamente nerviosa y fascinada.

—¡Concéntrate, Isabel! No te distraigas —me reprendí en silencio, mientras le sonreía—. Ponte a trabajar. Que Dios te hizo bella, pero no millonaria.

Continue lendo este livro gratuitamente
Digitalize o código para baixar o App
Explore e leia boas novelas gratuitamente
Acesso gratuito a um vasto número de boas novelas no aplicativo BueNovela. Baixe os livros que você gosta e leia em qualquer lugar e a qualquer hora.
Leia livros gratuitamente no aplicativo
Digitalize o código para ler no App