El aire denso de la farsa de su matrimonio con Rebecca pesaba en cada pasillo, cada sala. La humillación de su declaración pública aún le quemaba la garganta. Apenas había regresado a su despacho cuando pensó en ella, de nuevo. Pensó en su Anastasia, en lo que pensaría ella si estuviera viva. Pensó en lo que le gustaría tenerla, y en que no había un cuerpo que recordar.
Fue entonces cuando decidió hacer una llamada.
—Dmitri. ¿Alguna noticia sobre… el cuerpo de Anastasia? ¿Han hallado algo? —preguntó interesado.
La voz de Dmitri, al otro lado de la línea, era una ráfaga de aire helado, cortante y desprovista de cualquier calidez.
—Ese no es mi maldito problema —dijo seco, renuente a contarle los detalles—. Ocúpate de tu siguiente esposa.
El aliento se le atascó a Vance en la garganta. Sus ojos se abrieron de asombro. Nadie en el puto universo lo sabía.
—¿Cómo… lo sabes? ¿Cómo sabes lo de Rebecca?
Una risa áspera y gélida escapó de los labios de Dmitri.
—Sé todo, Nathaniel. Siempre lo h