Capitulo El mensaje
La tarde caía sobre la ciudad como una losa de concreto, pesada y sin promesa de alivio. En la oficina de dirección de obra, la tensión no necesitaba palabras: estaba en el aire, en las miradas, en el modo en que Fabricio arrastraba los dedos sobre el escritorio sin darse cuenta. Fátima lo observaba desde el sillón con las piernas cruzadas, sus uñas perfectamente limadas tamborileando contra el brazo del sillón con una impaciencia que contrastaba con su falsa calma.
—Te estás desarmando —soltó ella al fin, sin mirarlo—. Y es feo ver cómo un hombre que alguna vez creí brillante se quiebra por una mujer.
Fabricio levantó la cabeza despacio, como si procesar esa frase le llevara más tiempo del que estaba dispuesto a concederle.
—No es por Anahir.
Fátima sonrió con los labios, no con los ojos.
—Claro. No es por ella. Solo estás irritado porque ahora tiene el apoyo de Fabián, de Nicolás… y porque ya no gira a tu alrededor. Porque ya no sos el centro.
—No n