Capítulo — Planos de Amor (la víspera)

La casa de Anahír Montes y Nicolás Martínez olía a azahares y pan caliente. Sobre la mesa larga del comedor —esa mesa que había visto noches de planos, discusiones y sueños— se apilaban retazos de encaje, lazos color marfil, cuadernos con listas y una caja de tarjetas en relieve donde podía leerse: “Nicolás & Anahír — Sí, para siempre”. Que ya habían sido entregadas .

Por las ventanas abiertas entraba el último sol de la tarde, dorando los marcos y encendiendo, como brasitas, las flores que Sofía la mamá de Anahír había ido acomodando con una paciencia amorosa que parecía no agotarse nunca. Ana, cómplice infaltable, iba y venía con un metro de costurera al cuello, midiendo telas , probando servilleteros, chequeando que ningún mantel con dulce de leche fuera a conspirar con ningún traje.

Las niñas iban y venían felices.Le encantaban las bodas.

Llegaron Silvia y Fabián con su niño ya grandecito —gordito, de ojos curiosos— y, detrás, Maite con