Capítulo — Voces que cruzan países
La habitación del hospital estaba en penumbras, iluminada apenas por la luz cálida de la lámpara sobre la cuna doble donde Thiago y Benjamín dormían. Sol, recostada con el pelo algo despeinado y la piel todavía cansada, miraba a sus hijos con esa mezcla de agotamiento y plenitud que solo conoce una madre recién parida. Bruno, sentado a su lado, no apartaba los ojos de los bebés. De vez en cuando extendía la mano y acariciaba la pancita de uno, o acomodaba la mantita del otro, como si temiera que el mundo entero no pudiera protegerlos lo suficiente.
En medio de ese silencio dulce, Bruno apareció con el celular en la mano.
—¡Llamada de Uruguay! —anunció, tratando de no levantar demasiado la voz.
Sol sonrió cansada. Bruno se incorporó rápido.
—Atendé , pone en altavoz, que todos queremos verlos y hablar.
En la pantalla apareció la sala de la casa de Nicolás y Anahír. Estaban cenando: el aroma de comida casera se colaba hasta la habitación como si pudi