CAPÍTULO: A la pista, con camisa de verano
El calor de febrero caía como una ola espesa sobre la ciudad. Río de Janeiro hervía desde temprano, con las calles vibrando al ritmo de los tambores ,bombos y platillos.Las veredas llenas de brillos, telas ligeras y cuerpos ansiosos por otra noche de carnaval tan esperanda.
En la vereda de la casa de Jasmín, justo a las siete en punto, un taxi blanco se detuvo frente a la entrada.
—¡Ricardo, puntual como siempre! —gritó Bruno, saliendo primero con su camisa naranja con palmeras y unas zapatillas tan blancas que parecía que flotaba en el asfalto.
—¿Cómo no voy a ser puntual si ustedes me mandan cien mensajes? —respondió el taxista, bajando el volumen del samba que sonaba en la radio con su portuñol tan característico.
Ricardo era su chofer de confianza. Ya no era solo un taxista. Era parte del operativo carnavalero y turístico desde que habían llegado a la ciudad. Sabía los puntos de encuentro, los pasillos secretos del Sambódromo, y hasta dón