VIOLA
Por primera vez en cinco años...
No retrocedí.
Kael se acercó dos pasos más, su sombra cubría el suelo a mi alrededor. Lucas extendió los brazos como si su cuerpo fuera un muro infranqueable.
—Te he dicho que no te acerques —repitió Lucas, con una voz grave como un gruñido.
Kael solo levantó una ceja. «Si crees que te tengo miedo, es que realmente no me conoces».
«No necesitas conocerme», respondió Lucas con la espalda erguida. «Lo importante es que no toques a Viola ni a Kenny».
Hubo un momento de silencio.
Un silencio que no era realmente silencio, porque debajo de él podía oír los latidos de mi corazón, que golpeaban mi pecho como un martillo.
Kael me miró de nuevo, esta vez con más atención.
Como si acabara de darse cuenta de algo.
No sobre Lucas.
No sobre la valla que habíamos cruzado.
Sino sobre mí.
Sobre mi mirada, que ya no era vacía y resignada como de costumbre.
Sobre la forma en que me mantenía de pie abrazando a mi hijo, como si no hubiera fuerza en el mundo capaz de