—Maldición —voceó Raquel con todas sus fuerzas, haciendo que su voz haga eco en esa habitación. Pero ese grito no le ha ayudado en nada. Siente aún más rabia y ve unos adornos chafas sobre la mesa.
Se aproxima a toda velocidad hasta quedar a su costado. Agarra el adorno de mayor tamaño, que es un florero rojo con unas flores artificiales. Y lo avienta, impactando este en el otro extremo de la habitación. Rompiéndose en mil pedazos.
Raquel ve las siguientes decoraciones. Arrojándolos por todas las direcciones. Sin importar todo aquello, su rabia sigue siendo la misma.
—¿Por qué no puedes ser mío, Hugo? —se preguntó Raquel. —Porque siempre los mejores hombres no me tocan a mí. ¿Y por qué esa gorda se lleva lo mejor? Primero, toda la atención de los maestros, seguido del guapo de Hugo y, por último, la atención de mi prometido. Pero no se quedará así; tarde o temprano, Hugo caerá ante mí, lo sé. Así como estoy segura de que Kayla caerá ante sus encantos. Hugo vendrá a mí. Y cuand