Kayla camina sin detenerse, sin importarle que algunas ramas rocen sus mejillas. Cortando la piel de las zonas descubiertas por la tela de su pijama. Sin ver qué rumbo toman sus piernas, solo caminan sin detenerse. Su mirada está fija hacia adelante, pero su mente está clavada a los acontecimientos ocurridos hace un momento.
Por más vueltas que le da, no logra comprender cómo es que no lo detuvo. De qué manera permitió que su verdugo llegara a ese extremo de hacerla suya. Se había jurado que no lo dejaría. Y cayó como todas esas estúpidas que pasan por la cama de Hades. Ahora es una más en esta estúpida lista.
Lo que más le duele es que sí pensaba en Hugo. Cómo fue tan tonta en creer que él sería Hugo. Aunque le duele mucho admitir que en algunos momentos sí disfrutaba de las caricias de Hades.
Se detiene un momento, pensando en lo que acaba de aceptar. Sintiendo como un dolor insoportable invade su corazón. Las lágrimas llenan de nuevo sus ojos. Sin poder contenerlas, empieza a llora