Kayla se queda callada. Controlando cada emoción que por años ha intentado controlar. Cada horrible recuerdo que opacó su sonrisa y oscureció su mirada. Ahora su prometido lo ha sacado a la luz y, por más que esté tentada a no decirle nada, sabe que ya no puede hacerlo. Pero tiene razón; él será su esposo, merece saberlo.
—Está bien, siéntate. —Señaló ella hacia la silla más cercana. —Entiende que esto no es sencillo para mí. Por qué conectar con tu jefe.
—Ya veo —menciona Hugo. Temiendo lo peor.
—Prométeme después que sepas la verdad. No sentirás odio por él ni por nadie. Yo ya lo dejé atrás y no quiero volver a revivirlo más.
—Si tú me lo pides, lo haré y solo porque quiero que estés bien —la consoló Hugo como siempre de una manera caballerosa. Haciendo que sus palabras le den valor y protección a Kayla.
—En parte agradezco la oportunidad que me dio esa escuela; creo que sin ella no hubiera logrado trabajar en el bufete. Sin embargo, eso no es suficiente para curar cada