El agarre del profesor en mi hombro me molesta y duele a partes iguales, mas no lo demuestro para no darle ningún tipo de poder sobre mí. Ya he lidiado con suficientes adulto como él para que venga a caer bajo su pulgar a estar alturas. Su patética actuación casi parece una advertencia de lo que está por venir, y lo sería, sino fuera porque está a punto de firmar su sentencia de muerte. Pero no olvido que debo mantenerme alerta, aún si lo que tengo planeado para hoy no funciona, tengo otras formas de destruir a la persona que en este momento me toma fuertemente del hombro como si fuera su derecho hacerlo.
Al llegar a la oficina del director su secretaria nos hace esperar, por lo visto ella ya está tan habituada al humor molesto del profesor que ya no la intimida ni le importa dejarlo esperar. Supongo que sus quejas dejaron de ser relevantes después de un tiempo. Después de unos minutos esperando se abre la puerta de la oficina del director, y me sorprendo de quien sale de ahí mient