Marisol y Amapola salieron de la casa muy animadas como todos los domingos, vestidas muy arregladas para ir a la misa de siempre y venían conversando de todo un poco. Y de repente Marisol vio a un hombre muy raro y dijo...
—¡Ay comadre me acordé del señor Santillano!.
—¡Ay ni lo nombre comadre por favor!—exclamó Amapola — y si, fue tremendo susto que llevamos nosotras con el.
—Yo pensé comadre de verdad se lo digo, pensé que ese hombre se nos iba a morir. No sabía que hacer para ayudarla.
—Sí comadre a mí también me asustó muchísimo. Imagínense esos mafiosos en la casa buscando a ese hombre. Menos mal que se levantó de esa cama. Bueno le deseo lo mejor —dice Amapola—
y fue el amor de mi vida, es verdad, lo amé toda mi vida y hoy estoy tratando de olvidar ese pasado.
—¡Eso es lo que importa comadre!, que usted borre ese pasado y empiece su vida nuevamente. Y con esa hija que Dios le dio, Dios la bendijo.
—¡Ay es verdad mi hija, es un amor de ser humano,! un tremendo ser huma