El salón de la notaría era un lugar rectangular con paredes de madera elegante y retratos de abogados históricos, todo daba una sensación solemne que chocaba con la luz del sol que entraba por los grandes ventanales.
La luz iluminaba el suelo de mármol, haciendo brillar motas de polvo que parecían recuerdos perdidos.
Reishel, vestida con un simple vestido azul marino que recordaba el océano al atardecer, entró del brazo de Mauricio, quien también se veía muy arreglado. Detrás de ellos, Amapola caminaba despacio, mientras Marisol, su gran comadre y amiga, sostenía un rosario en sus manos temblorosas.
En la mesa de roble, estaba Kathlyn, en una silla de ruedas con una manta cubriendo sus piernas, mirando hacia abajo, como si las vetas de la madera pudieran darle alguna respuesta. Lorenzo, vestido con traje y corbata azul, ajustaba su cojín detrás de la espalda, evitando mirar a Reishel. Román tenía un brillo especial en los ojos, su rostro iluminado; y es que ser papá lo tenía feliz